Los lugares, las costumbres, los productos, las actitudes podrían dividirse en saludables y perjudiciales. Miles de años de lenta evolución deberían haber sido suficientes para que empezásemos ya a sacar conclusiones acerca de qué cosas nos benefician y qué cosas nos perjudican ... a nosotros, a otros animales, a las plantas y a la Tierra en su conjunto, considerada como un organismo vivo del que todos formamos parte.
Vamos, pues, a establecer una primera clasificación:
- Serían saludables la mayor parte de los alimentos, la mayor parte de los libros, algunas ideas y principios, algunos electrodomésticos y algunas películas.
- Serían perjudiciales el tabaco, el alcohol y otras drogas en grandes cantidades, los productos sintéticos, los pensamientos negativos, los malos humos en general, algunos electrodomésticos y algunas películas.
Basándonos en esta sencilla clasificación, hemos ideado un nuevo modelo de Estado que llamaremos EL ESTADO SALUDABLE.
Para empezar, el sistema de mercado cambiaría: el Estado pagaría a los productores de "productos saludables" (calificados así por la Comisión correspondiente) y éstos, a su vez, pagarían con una parte de sus ingresos a los consumidores que adquiriesen sus productos (saludables). En cambio, quienes quisiesen adquirir "productos no saludables" deberían pagar a sus fabricantes. Al final, el mayor beneficio lo obtienen los consumidores y los productores de productos saludables: unos en salud y otros en economía, aunque en este modelo de Estado la Economía pasaría a ocupar un segundo plano.
El Estado establecería un sueldo medio (saludable), una asignación de la cual no podría gastarse más de una determinada cantidad, previamente establecida, en productos perjudiciales. Y, además, garantizaría el abastecimiento de todos los productos durante todo el año.
Qué es el Estado? ¿Un amigo o un enemigo? ¿Un padre, un hermano, un socio o un competidor?
El Estado es, cuando menos, un amigo ambicioso. Su razón de ser ha sido siempre expandirse, conquistar otros Estados para recaudar más impuestos que le permitan continuar expandiéndose. Ese deseo, que permanece latente (aunque a veces sea evidente) parece frenado únicamente por la fuerza de las armas, por la capacidad "disuasoria" de otros Estados.
Desgraciadamente, aún no existe una visión global del mundo en que vivimos y, en cierta medida, esa expansión sigue produciéndose todos los días, sutil o trágicamente: para que nosotros seamos cada vez más ricos otros tienen que ser, por fuerza, cada vez más pobres.
El Estado es, sin embargo, ambicioso porque nosotros lo somos.
¿Qué pasaría si a partir de ahora considerásemos lo poco suficiente y lo mucho innecesario?
Seguro que viviríamos de una forma más "saludable".
No hay comentarios:
Publicar un comentario